Merry ROCKIN X-mas

7 dic 2009

Navidad es la época donde los "buenos" son recompensados por sus acciones.
Clasificar a la gente entre "buena" y "mala", es sólo otra forma de prejuicio para mí. Creo que hay gente que nos ayuda o no; gente que nos hace daño o no; gente que te invita a su casa a dormir/ gente que te deja en la calle morir...

Afortunadamente, no pocas fueron las personas que me ayudaron, material e inmaterialmente. Los casos más notorios fueron, tal vez, mi madre (aunque de forma poco ortodoxa y, a veces, con un alto costo emocional) y la madre de una ex-pareja. Siempre pensé que darle de comer a alguien era un acto de amor; una forma de mostrar interés porque dicha persona viva un tiempo más.

Se acercan las fiestas, lo cual me pone un poco nerviosa.
Lo usual en estas ocasiones es comer como si de agotar los alimentos del mundo se tratase, emborracharse hasta sudar alcohol, etc. No niego haberlo hecho alguna que otra vez, pero últimamente no me encuentro de ánimo. Me molesta sólo pensar en tener que quedarme despierta hasta pasada la medianoche, escuchar chistes malos y sostener charlas con extraños por compromiso.
También, detesto ser una fucking aguafiestas.

Simplemente, desearía que esos días no existiesen. No comprendo la razón de su festejo. El año nuevo es un poco más entendible (añonuevo-vidanueva y demás), aunque igualmente, todos los días son un aniversario.

Para el año que viene, quisiera una nueva agenda. Tal vez, ayude en mis brotes psicóticos el recordarme que vivo en un mundo con días de 24hs y años de 365/366 días.
Creo que el próximo año, es bisiesto. Me gustan los años bisiestos y los números pares. Este año, no fue tan malo, pero espero que porfavorporfavorporfavor, el próximo sea mejor, porque hay recuerdos de éste que me retuercen el corazón (o lo que sea que se anuda en mi pecho).

Recuerdo la primer navidad con la familia de mi padre, después de 8 años sin contacto. Me dijeron que no me habían regalado nada porque no tenían plata. Tuve que soportar bromas casi constantes respecto a mi vegetarianismo (lo cual, para mí, es algo tan intrascendente como su omnivorismo).
Me pareció perfecto, ya que era prácticamente una extraña para ellos, así como ellos para mí. No me puedo quejar; al menos, me invitaron.

Así que ahorraré para la agenda y me ahorraré la culpa de recibir un regalo.

Lo que sea, ¡Feliz navidad, hoy no quiero pelear!




Confusión

20 oct 2009

I
El sabor a fracaso, más intenso aún que el de la sangre, le raspaba la garganta. Quería pararse, gritar, romper... pero el pié de su padre sobre el pecho le impedía hacerlo.
Esta vez, nada quedaría como siempre. Sabía que no podía huir, porque todo el mundo le conocía y lo regresarían a su mal llamado hogar.
Se refugiaba en la música, en los libros. Buscaba historias de gente que se sintiera como él: desesperada, rabiosa, impotente. Ya los resultados no eran los mismos. El ansia de libertad y paz, postergada indefinidamente, hacía de su cabeza un campo minado. Furia reprimida por años que parecían siglos y la desesperación de no saber qué hacer. Pero lo más divertido, eran sus vías de escape; sus súper-poderes, como él les llamaba.

Sus padres no eran malos, no. De pequeño, le habían comprado juguetes caros y le habían prodigado atención y cariño como a cualquiera de sus hermanos. Pero, algo había pasado en algún momento. Su madre gritaba y su padre se sacaba el cinto y le daba con la hebilla en la cara, mientras él trataba de cubrirse inútilmente. Luego, horas de charlas, sermones y cosas que no podía entender. Después de eso ya nunca le dejaron en paz y cada día que abría los ojos, maldecía a sus padres por no haber abortado.

Su padre, el arma y una bala atravesando su frente. Él bañado en sangre y sesos. Su madre, que gritaba. Cuando despertó, no sabía si había sucedido o no, pero tampoco quiso averiguarlo. Se quedó acostado hasta que anocheció de nuevo.

Al otro día, su mamá apareció en su cuarto con un amigo que decía ser doctor. No le gustó la forma en que se miraban a los ojos, ni el sabor del café con leche, que tenía demasiada azúcar.

Se quedó pensando en su padre, hasta que escuchó su voz. Tal vez, su sueño fuera una advertencia y él, fuera un profeta perdido en su viaje a otro mundo. Tal vez, había sido capturado por una civilización enemiga, que había sometido su mente, haciéndole creer que eran sus padres. Y después de todo, ¿qué significaba la palabra "padres"? - Padrespadrespadrespadres-, se dijo en voz alta, mas no encontró significado. Eso, probaba que era un viajero intergaláctico en una misión por salvar... ¿a quién? ¿A su planeta? ¿Al universo? Lo descubriría luego, cuando recuperara su memoria robada. Ahí sí, verían cómo debían de tratarle realmente. No tendría piedad; los capturaría como habían hecho con él. Los torturaría y les daría comida con venenos que hacían olvidar.

En el funeral, una mujer lloraba en silencio con el rostro enrojecido e hinchado; mucho más interesante que las caras pétreas de los demás presentes. El cementerio era un lugar bonito, silencioso, con un olor particular y un aire que parecía masticable. Se preguntó por qué sus padres no le llevaban más seguido, ya que él se sentía tan bien.
En un momento de distracción, se puso a hablar con un niño que le había estado mirando fijamente desde que había llegado. Se sentaron a escarbar la tierra en silencio por un buen rato. Los gusanos entraban y salían de la carne de su amigo.

Se despertó en su cuarto, mareado todavía. Se apenó cuando no vio a su nuevo compañero de juegos. Su padre entró y se sentó a los pies de la cama y comenzó a hablar en lenguas extrañas, con palabras que se derretían con el calor de la habitación. Una maravilla.
Fue al baño y se quedó mirándose al espejo. Su madre dormía y su padre no estaba, así que salió y dio una vuelta por el parque. Le encantaba ver cómo los niños jugaban y las risas sonaban lejanas tras el murmullo de los árboles que, a veces, dejaban caer hojas que estaban siglos flotando antes de tocar el piso. Decidió volver antes de que su madre despertara.

Tomó un libro y se puso a comer naranjas. Al verlo, su madre retrocedió hasta el cuarto, como no queriendo molestarlo. - Mejor así-, pensó él, que adoraba el silencio y la soledad. Se distrajo mirando por la ventana y quedó tan hipnotizado que no sintió el pinchazo en el brazo.

II
La situación era insostenible, pensó ella. Pero el doctor, insistía. Extrañaba a su marido, que mantenía todo bajo control. Sufría ante la idea de que su único hijo, fuese así. Odiaba aceptar que nunca sería un chico normal. Que nunca le daría nietos o trabajaría y se iría de casa. Cómo quería que se fuera. El rechazo que le causaba ennegrecía sus tripas y le afilaba la mirada. Ya no se sentía capaz de aguantar por más tiempo. Estaba desesperada, sola y empobrecida. Miró los incontables frascos de medicamentos junto a la innumerable cantidad de agujas estériles que guardaba bajo llave en un armario. Escogió el correspondiente y llenó la jeringa con la dosis adecuada, sintiéndose un robot cuyo único fin era ése. Es que había comenzado hace tanto ya, que no sabía cómo dejar de hacerlo.

III
Nuevamente, su padre le hablaba en lenguas desconocidas, con sus dedos huesudos alrededor de su cuello y un agujero en la frente del que rezumaba un humor negro y viscoso. No luchó por escapar, ya que sabía que no podía hacerle daño, como le había contado el niño del cementerio, que había prometido ayudarle. Debía volver allá, pero no sabía cómo.

La puerta se abrió de improviso, dando paso a su madre y al estúpido doctor con cara de muñeco, que no paraba de ocultarse tras una sonrisa. Hubiera querido matarlo, pero él no era un asesino. En vidas pasadas había sido un rey muy respetado y querido, que había sido traicionado por unos súbditos malvados, quienes le habían echado una maldición que le forzaba a vivir de modo indigno.

O tal vez, todo era mentira; todo eran historias contadas por locos para confundirle y distraerle de un objetivo más importante. Esta vez, su problema era pensar demasiado; escuchar demasiado a voces desconocidas. Claro, ése era el problema. Siempre le habían dicho que no hablara con extraños y él no había hecho caso y ahora, pagaba las consecuencias. Debía confiar en quienes conocía de hace mucho, que le cuidaban y se preocupaban por él. La posibilidad de salvación iluminó su vista. Al fin, al fin, al fin, estaría bien.

IV
- Mami- dijo -¿me ayudás?-
Y la madre abrió unos ojos enormes y se tapó la cara con las manos, el amigo doctor la abrazaba y su padre le decía que igual no se escaparía de él,  aunque no importaba porque no podía hacerle nada, y el niño con gusanos le guiñaba un ojo y le decía que todo iba acorde al plan.

Tiempo Suspendido

19 oct 2009

No hay utilidad en el tiempo intangible. Las horas muertas, asesinadas sin piedad, se acumulan en un vasto campo de concentración, para servir de ejemplo a sus pares.
Horas grandes y chicas van pasando en fila, de una en una. Las caras largas y grises, inexpresivas, a juego con la ropa. El "tic" que hace una falange al ser quebrada y el "tac" de una nuca que se despedaza.

Sentado en la penumbra, el hombre mira por la ventana. Sorbe lentamente un mate lavado, secado y vuelto a lavar innumerables veces. Su estómago se queja, pero él ya no siente hambre. Mira por la ventana, dije, pero no ve el paisaje colorido de la primavera. En su mente se proyectan fotos grises de la época en que ser feliz estaba de moda, al menos, para él. A veces, un fogonazo ilumina su cerebro y siente ganas de llorar. Se levanta y pone la yerba usada a secar al sol, mientras carga el vaso que hace de mate con la yerba que ya está seca. El agua, no está caliente, pero no importa: es más la ilusión de tener algo qué hacer con las manos, que el deseo de tomar mate.

Nadie lo va a visitar; familia, amigos, ya todo está perdido, navegando en un océano de caña barata y tabaco seco. No extraña a sus seres queridos: los recuerda sin emoción ni pasion. Espera, pacientemente, que llegue su hora, pero sin apurarse, que eso no es cosa de hombres, y se acuesta vestido por si la ocasión se presenta mientras duerme.

Un día, el cartero golpea. Ante la falta de respuesta, pasa el sobre por debajo de la puerta y se va. Días pasan hasta que el hombre se decide, al fin, a levantarlo. El sobre, otrora blanco, comienza a tornarse amarillento y es probable que por esto lo recogiese.

Los dedos torcidos y las uñas como garras afiladas, abren el sobre con una delicadeza casi femenina. Reconoce el perfume, pero no la letra, suave y redondeada. Lee la carta lentamente, disfrutando del sonido que producen las palabras en su cabeza, pero sin buscar significado en lo leído, que para eso ya habrá tiempo.

Luego, amontona sus pocas pertenencias en una valija apolillada. Se pone una camisa transparente por el uso y cambia las chinelas por un par de zapatos sin brillo.

Sale. Cierra cuidadosamente la puerta tras de sí, sin poner el candado. Parte rumbo a la estación de tren que le permitirá irse lejos del pueblito de ratas, del zumbido de las moscas y de la llegada de una hija que no conoció.
Porque un hombre que sólo espera la muerte, ya no espera más visitas.

Can't buy me luv

10 ago 2009

Prefiero un silencio cómodo
a un regalo caro.
El amor (el real), no se ve afectado
por el dinero
o la falta de éste.

Las ganas de amar,
con cada golpe,
cada herida,
cada discusión estúpida,
agonizan,
duermen acurrucadas
y lloran en silencio.

Espero que ya lo sepan.

About runaways

3 feb 2009

Sólo deseo escapar

está mal?

Yo no lo creo

y aunque no sé qué quiero

necesito irme de acá.