En la "van", camino a la Plaza Colón, donde me disponía a tomarme el bondi para ir a la espantosa (con perdón de aquellos que gusten de dicha localidad) ciudad de Las Piedras, iba mirando por la ventana.
Los días de lluvia todo brilla y todo es fresco. La atmósfera se hace más liviana y la sonrisa me acapara la boca.
Iba, pues, mirando por la ventana de la "van", pensando en los colores que parecían hablarme y en el asfalto, que era como piel de víbora y el camino era como una serpiente enorme y yo iba feliz, hablando por telepatía con las plantas brillantes y metiendo aire mojado, salvaje y libre en mis pulmones secos de aire acondicionado, dejando que mi pelo guardara gotitas de llovizna para más tarde.
Ayer, me miré al espejo y mis ojos brillaban más que de costumbre, también, y de repente estaba tan feliz que toda yo brillaba y me sentía a punto de explotar y me sentía a punto de llorar de alegría... yo también quería llover pero al final no.
Desearía no haber estado tan sola tan rodeada de gente... :)